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Los que no habéís 1levado en el corazón el túmulo de un Dios
ni en las manos la sangre de un homicidio;
los que no conocéis el horror de la conciencia ante el universo;
los que no sentis el gusano de una cobardía
que os roe sin cesar las raices del ser;
los que no merecéis ni un honor supremo
ni una suprema ignominia…

Los que no interrogáis la ilusión del espacio y el tiempo,
y pensais que la vida es esto que pensamos,
y una ley, un amor un ósculo y un niño;
los que tomáis el trigo del surco fatigoso
y lo coméis con las manos limpias y modos apacibles;
los que decis –Esta amaneciendo…
y no lloráis el milagro del lirio del alba

Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos,
hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos,
en las casas del abandono y la miserias
y e la mendicidad, odiar el mundo
con una tortura sin pensamientos

Los que no habeis gemido de horror y de pavor,
como en sombrios hierros, en los abrazos fieros
de una pasión inicua,
mientras se quema el alma con fulgor iracundo,
muda, lúgubre,
vaso de aprobio y lárpara de sacrificio universal,
vosotros no podéis comprender el sentido doloroso de esta palabra:

UN HOMBRE.