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EL GENERAL  MUGICA Y LA EDUCACION

Manuel López Pérez.

Artículo Educación. 

Mi distinguido amigo y compañero de escuela, el señor Prof. Jenaro Hernández Aguilar, tuvo la gentileza, en uno de esos encantadores días morelianos que perdurarán para siempre, descritos por Alfredo Maillefert de sentarnos a su mesa generosa. Y entre las  reminiscencias hechas, cariciosas como contactos de manos amadas, y entra las caídas inevitables en los afanes ilusorios de componer el mundo, hablamos del señor General Don F.ancisco J. Mugica, el más grande y puro de los ideólogos revolucionarios de la tierra de Ocampo. Fue entonces cuando Jenaro nos mostró una carta del Maestro, dirigida a un grupo de exalumnos que reunidos en 1940 para celebrar las Bodas de plata de la Escuela Normal para Maestros, que en esa fecha tenía a su cargo Hernández Aguilar, le habían solicitado su gerencias para integrar la plataforma de principios de la organización  de egresados naciente. La ansiosa y emocionada lectura del documento, nos confirmó en el respeto y admiración que siempre tuvimos por el célebre diputado constituyente, quien en Querétaro exhibió los magníficos kilates de pensador y de tribuno, haciendo que la educación pública mexicana la debería las más sólidas y espléndidas orientaciones. No insistiremos sobre eso, porque es ya un lugar común, pero si nos interesa ofrecer a los lectores el ideario pedagógico de Francisco J. Múgica, tal como lo expresaba en 1940. 

«La Escuela Normal de Michoacán, –decía la la carta a que me estoy refiriendo, es una Institución de Educación Superior Universitaria, creada para la elevación de los auténticos valores del pueblo y para beneficio de la colectividad en general». Se nota alguna imprecisión en los conceptos de educación superior, al ser calificada de Universitaria, y ello se debe a que el maestro no podía olvidar que en esos días el plantel fundado en 1915 por el señor Profesor don Jesús Romero Flores, trabajaba considerada entre los establecimientos controlados por la Universidad Michoacana. Ello fue la única razón del calificativo usado. En lo de la «elevación de los auténticos valores del pueblo, se manifiesta la idea de que la cultura se democratizara, en el sentido de ser llevada a una  mayoría, por lo menos, de las mentes dispuestas a recibirla.

“Su técnica de enseñanza (de la Escuela Normal para Maestros) será siempre la mejor y la más moderna, a juicio de los educadores michoacanos y de acuerdo con la cultura universal”. No alude el autor del párrafo, seguramente a un privilegio de los educadores de su tierra natal, para decidir sobre lo mejor de las técnicas de la enseñanza, sino que sentía el pensador la necesidad de postular, para lo universal, la condición de regionalizarse, al estilo de Don Justo Sierra, cuando hablaba de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber.

“Los principios sociales que profese (la Sociedad de Ex-Alumnos) serán los que tiendan a la nivelación del proletariado de nuestra patria, mediante un estándar de posibilidad económica y de un índice de salud y de evolución físicas que 10, aparten del vicio, de la esclavitud, del hospital y del presidio”. La palabra nivelación podría prestarse a mala interpretación del texto, pero debe meditarse un poquito para ver que el giro expresivo se aparta del error de conceptuación tecnico-economica para significar solamente que el proletariado debe alcanzar un nivel de progreso que lo libere de los peligros o malos que se señalan. 

Asomándose a la ética profesional, al General Múgica sugiere acertadamente, tan acertadamente que nos regocija subrayarlo, que «la acción constante de la Escuela Normal se condensará en este lema: Unidos, Ilustrados, Honestos, seremos respetados e invencibles». Un análisis sobre la conducta magisterial por mínimo que sea, bastará para demostrarnos lo justificado que era el anhelo mugiquista de moralizar a los otros abnegados profesores. 

Quería el gran pedagogo sin título oficial que la Sociedad de egresados de la Normal afirmara: «Pensamos que las leyes orgánicas que rigen al ramo de la Educación Pública en Michoacán, deben ser revisadas por los educadores de la Entidad y consultadas las reformas que procedan, para perfeccionar la orientación de las masas; y que las nuevas leyes que se dicten en el futuro, no deben pasar a discusión en la Cámara local, si antes no se escuchan las objeciones que haga a las mismas el organismo magisterial correspondie”. El soñador se revela en este párrafo, porque en la limitación al poder legislativo, realmente se propone otorgar a un cuerpo magisterial una categoría semejante si no es que superior a la del Congreso. El empedernido anarquista creía más en la intuición de las masas que en la representación –que él sabía que en muchos casos suele ser fraudulenta –y capacidad de los diputados. No menos se acentúa el pensamiento anarquista en la siguiente parrafada con que continúa la carta que comento: «Profesamos también –sugería a la Sociedad de normalistas– la idea de que el maestro de Escuela es el Mentor de la Comunidad en lo que a la vida pública se refiere y que tiene completa libertad para llenar su función, sin que la autoridad jerárquica o la municipal o la gubernamental tengan derecho alguno a cortarsela.»

«Pensamos –seguía aconsejando decir– asimismo como en norma general o en principio de acción en materia política: 

  1. a) Hacer ambiente para que el poder municipal se constituya periódicamente con representación proporcional de todos los intereses sociales de la circunscripción, y en todo caso con funcionarios honestos, aptos y sin vicios;
  2. b) Doctrinar las conciencias para que se reforme la carta política del país, modificando sustancialmente el funcionamiento y la constituciốn del Poder Legislativo, pues si deseamos un régimen democrático cierto, debemos confesar que la Ley está viciada de nulidad si no toma parte en su discusión el grupo afectado por ella y que los representantes electos sin una misión específica o sin una investidura clasista, obrarán siempre como irresponsables en el cumplimiento de su misión y nulificarán como ahora el pensamiento intrínseco del poder que representan”.

Profesan los Maestros Normalistas de Michoacán –estamos en los últimos párrafos de la carta– la teoría de que el establecimiento y la ampliación de una escuela, es una obligación directa del Ejecutivo; la densidad de la asistencia infantil y su puntualidad, función del municipio y el aprovisionamiento de útiles y muebles del plantel, deber de los padres de familia». –Si en el párrafo anterior a éste se vislumbra un fugaz anhelo parlamentarista a donde seguramente lo adhería su condición de orador y enseguida asoma una asamblea clasista deseada, en las líneas que acabamos de copiar se demuestra, a mi modesto entender, una luminosa sagacidad para combinar los esfuerzos de la docencia con la cooperación privada y de las autoridades. El resto del documento que inspiró este comentario termina con declaraciones en que se establecen obligaciones de solidaridad y deberes para desprestigiar a la Escuela Normal y la entidad michoacana. Pero en lo que nos pareció de valor doctrinario, o de valor como documento humano para fijar la calidad del hombre, siempre encontramos en Mugica generoso, luchador, inconforme, esperanzado y combativo. Sus palabras transcritas nos parecen de extraordinario valor, porque no fueron escritas –a pesar de las deficiencias que les adviertan– por afectación o por soberbia, sino que coinciden con su conducta interna y con sus hábitos externos. Así fue él y lo decimos porque tuvimos oportunidad de conocerlo: impetuoso, inconexo, elocuente, egocéntrico, más poeta que filósofo; pero siempre bueno, honesto y digno.