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EL BOSQUE DE SAN PEDRO… ¿PRÓXIMO FRACCIONAMIENTO DE LUJO? 

Manuel López Perez.

 

En la primera parte de esta nota dejamos que D. Mariano de Jesús Torres nos dijera la historia del Bosque de San Pedro (hasta 1905, fecha en que él publicó su obra –tan plagiada y saqueada– HISTORIA CIVIL Y ECLESIÁSTICA DE MICHOACÁN). Ahora, trataremos de aprovechar la lección histórica para dar base a la pregunta con quién iniciamos estas líneas: ¿Estaría próximo al día en que el «paseo» — como lo llamaba D. Mariano y seguramente los morelianos de aquel tiempo– se convirtiera en un fraccionamiento para nuevos ricos? 

Tiene el bosque una edad aproximada de 430 años y por ese solo hecho, aparte de su utilidad como pulmón urbano, merece y ha merecido siempre un respeto que no se le ha dedicado, pues ya vimos que desde 1856, D. Miguel Silva se quiso hacer un «paseo elegante», y se desplazó a los indios que no solamente habían creado el bosque, sino que habían convertido sus terrenos en hermosas huertas de cuya productividad vivían. Se les quitó para entregarlo a particulares acomodados que, conforme a contrato — que no cumplieron– deberían fincar «casas de campo con bonitos jardines circunvalandolos con enrejado».

Por tercera vez, se otorgó la posición de los lotes a diferentes personas que tampoco cumplieron el compromiso. En 1905 –según la fecha de aparición del libro que nos guía, –sí se llenaron los requisitos posesión; pero “los robustos y arrogantes fresnos que embellecían el bosque FUERON DESTRUIDOS INCONSIDERABLEMENTE DEL ORDEN DEL GOBIERNO para formar la plazoleta donde se puso un kiosco, y un templete para actos cívicos del 16 de septiembre” (lo que fue imitado en fechas muy recientes con lo que se llamó «alameda», ubicada en el espacio que ocupa la explanada frontal al templo de San Diego, del edificio que fue Hospital Militar y ahora ocupa la Facultad de Jurisprudencia, hasta llegar a la esquina donde está el Hotel Acueducto, o sea la vasta explanada en uno de cuyos extremos se levanta la estatua ecuestre del Padre Morelos). 

Las avenidas «rectas y planas», nada tienen ya de buen piso; de las antiguas fuentes, no queda nada, sino alguna de reciente colocación (porque fue trasladada de otro sitio). Igual desventurada suerte corrieron las lunetas de fierro, siendo deficiente el alumbrado y toda la nomenclatura olvidada, al menos para las generaciones actuales (aparece en la primera parte de esta nota, lo mismo que los últimos poseedores de lotes, gracias a la obra D. Mariano). La expresión del «paseo», en varas, de 236, 320, y sus 1,550 árboles, no sabemos si se habrán disminuido por las operaciones de venta, urbanización, y por la destrucción o destrucciones de esos árboles, algunas de las cuales hemos visto y seguimos viendo, todo respectivamente.

En la época nuestra, varias veces aludida ya, en líneas anteriores, podemos afirmar que el bosque es una ruina: casi es un basurero; inadecuadamente se le impuso una pseudotécnica de jardinería antitética del arte en que es mundialmente admirado el Japón; para ello se eliminaron las casas de la gente más débil con relación a cualquier clase de poder, y con los cimientos se hicieron ridículas prominencias recubiertas de tierra y plantas corrientes; han permanecido edificios del gobierno o de particulares poderosos (Rebullones, etc.) en cuyos solares, o bien se han destruido árboles, o bien no se ha hecho reforestación. La glorieta central con su kiosco viejo, nunca ha visto orquesta alguna ni espectáculo congregue al pueblo, salvo, en tiempos ya casi remotos, cuando se organizaban las pachangas llamadas «noches mexicanas»

¿Cómo ha de conservarse un bosque, si nadie tiene otro interés que el político-económico en él? 

Falaz el razonamiento de que «los niños» -acaso los «bien»- tengan un lugar de recreo, porque éstos son dueños de vehículos de toda clases y precios para divertirse, y los de escuela –escolapios– deben utilizar el sistema de anexos específicos que ordena la SEP., en los planteles a que asisten. (Omitimos, por no ser del caso, las deficiencias en este aspecto). ¿Quien pasea o estudia ya en el bosque? Nadie, primero, nadie estudia, y segundo, porque ya no es propicio para ser «aula verde», dado que lo frecuentan vagos que buscan lugares como ese para convertirlo en lugar de citas eróticas y en fumaderos de toda clase de estupefacientes. ¿Qué se pretende con ese descuido, si es que se puede hablar de propósitos? Aparentemente, nada; pero se presienten y por los estrechamientos, que es mira especulativa, y que muy probablemente acabarán por hacer con el viejo lugar cuyo desarbolamiento es notorio. Un FRACCIONAMIENTO DE LUJO  para los nuevos ricos.

La historia así nos lo deja ver, en las páginas del señor Torres, y además corrobora el punto de vista político de los impuestos encargados de buscar la felicidad de los pueblos, quitándoles a las poblaciones una fuente salutífera de oxígeno –principalmente ahora que la atmósfera se está saturando de elementos tóxicos (contaminación, como dicen y vuelven a decir las advertencias científicas)– para ser plazas o recintos adoquinados para marginar presupuestos, como si siguiera aquel célebre consejo que dio un Obispo al cura de un pueblo miserable: «edifica, hijo, edifica». El cura edificó y se hizo MCD. Se destruyó la arboleda donde ahora precisan «los niños héroes». Se tiraron los árboles de la plaza de San Juan de Dios (donde está el monumento de Ocampo). 

No nos explicamos, más bien, no justificamos esta actitud, reprobable en toda la ciudad víctima: con sus paredes «cacarizas» (los enjalbegados se usaron hasta en las columnas del Partenón. (Emile Boutmy.- El Partenón.) y si está mal que se «encale» la cantera pulida, como la de la catedral, la de nuestros palacios o seminarios antiguos, no se justifica rasguñar las paredes que había recubiertas para dejar paños de muro ostentado piedra zampeada. ¿Qué se hizo la fachada del viejo Hospital (que estaba donde ahora se encuentra el Seguro Social)? las figuras moldeadas de leones, de un Sansón, las que se centraban las fuentes de la plaza principal, los arbotantes de lámparas esféricas que estaban colocados en la calle «real» ¿que se hicieron? 

Morelia debe ser transformada (delenda está Morelia, diríamos nosotros parodiando una frase clásica), pero que no se diga un día que no hubo siquiera un ciudadano que dijera en público su verdad acerca del espíritu inepto de quienes están acabando –sin seguir el ejemplo contrario de Guanajuato-Capital– con la fisonomía de una urbe ilustre, y que por añadidura, con su carácter y estructuras tradicionales, podría dar rendimiento mediante su consideración como objetivo turístico 

16 de diciembre de 1975